28 de febrero de 2015

Fobias


«Un miedo persistente e irracional a un determinado objeto, animal, actividad o situación que ofrece poco o ningún peligro real.»


Hace poco me escribió una vegana preocupada porque decía no poder superar el especismo respecto de las arañas. Yo le expliqué que, a mi modo de ver y de acuerdo a lo que me contaba, no se trataría de un problema de prejuicio moral sino de un caso psicológico de fobia.

Hay determinados casos de rechazo hacia otros animales en los que se puede confundir el especismo —que es un prejuicio moral— con alguna clase de fobia —que es un trastorno psicológico. Es importante saber distinguirlos para poder remediarlos porque cada uno tiene una naturaleza y un tratamiento diferente.

Una fobia no es lo mismo que un prejuicio. El prejuicio no es una fobia ni está motivado por una fobia. La fobia es una reacción emotiva —pertenece al ámbito del sentimiento— mientras que el prejuicio es una creencia —pertenece al ámbito del pensamiento.

La fobia es una respuesta emocional que provoca temor desmesurado y sin fundamento. La fobia es un fenómeno que no implica ningún tipo de creencia ni razonamiento. 

A diferencia de la fobia, el prejuicio no es un hecho propiamente emocional, aunque sí condiciona las emociones, ni implica necesariamento miedo o alguna emoción similar. El prejuicio pudiera tener una base instintiva de tipo grupal pero el pre-juicio es ante todo un juicio, es decir, es un pensamiento o una creencia. Por ejemplo: creemos que los individuos que no pertenecen a nuestro grupo —raza, sexo, especie, clase— no merecen consideración igualitaria o que los de nuestro grupo tienen derecho a explotar a otros. Como así sucede en el caso del especismo.

Si bien es cierto que un prejuicio podría llegar originar una fobia —por ejemplo: la xenofobia— parece que la fobia específica contra determinados animales concretos —insectos, reptiles, aves— puede no tener su origen en el prejuicio, ya que personas que rechazan el especismo sigan padeciéndola a pesar de todo. Por tanto, debe de achacarse a un tipo de trastorno psicológico similar al de las personas que padecen fobia al color rojo o a las flores.

Pienso que es importante tener estos puntos en consideración a la hora de enfrentarnos con el problema de la fobia:


[1] La fobia no está justificada. Tener un miedo razonable está justificado pero la fobia es un temor sin fundamento. Debe de tener sin duda algún origen o causa, pero no lo provoca un razonamiento basado en evidencias.

[2] La fobia se puede, y se debería, intentar remediar o controlar. Hay técnicas y terapias para poder afrontarla y así evitar que nos dañemos o hagamos daño a otros. Aquellas que son leves suelen ser fácilmente canalizables. Las graves son las que resultan más problemáticas.

[3] Ellos no tienen la culpa. En lugar de pensar en aquella característica –sobre todo suele ser el aspecto– que nos provoca fobia respecto de otros animales, deberíamos intentar pensar que es un ser sintiente y que no tiene intención deliberada de causarnos daño.
Estas fobias hacia otros animales se encuadran dentro de las llamadas fobias específicas, en las que un ser determinado, en este caso un animal, representa un peligro inminente para la persona que padece la fobia, a pesar de que el ser en cuestión no conlleve objetivamente ninguna amenaza ni quien la padece pueda explicar siquiera el motivo de su miedo.

Además de todos, también me gustaría señalar que existe un tipo de miedo irracional que es la fobia al veganismo o veganofobia. La cual entraría dentro de las fobias específicamente sociales y se caracteriza por un miedo o rechazo visceral contra el veganismo y todo lo relacionado con él. Incluso podría considerarse una fobia grave en algunos casos, cuando se trata de una reacción visceral en la que el sujeto en cuestión no atiende a razones y adopta una actitud agresiva.



El miedo al veganismo es una fobia porque se trata siempre de un rechazo injustificado. El veganismo no supone ninguna amenaza para la civilización, el progreso científico, la salud humana o la calidad de vida en general.

La fobia contra el veganismo podemos categorizarla junto con la oposición irracional a otros movimientos sociales de progreso moral como son el feminismo o el laicismo.




Este rechazo tiene siempre su origen en el prejuicio, en la falta de información o la información distorsionada.

Algunas personas creen erróneamente que llevar el veganismo a la práctica supone, por ejemplo, morir por desnutrición o también creen de la misma manera errónea que ya no podrían disfrutar del placer de la comida o que tendrían que ir desnudas sin ropa o que deberían dejarse agredir sin más en el caso hipotético de ser atacado por algún animal. Entre otros disparates parecidos.

Pero lo único que conlleva el veganismo es rechazar la explotación de los animales no humanos. Esto no conlleva ningún perjuicio para nosotros. Quienes somos ya veganos seguimos disfrutando de la misma calidad de vida con la única salvedad de que no apoyamos la violencia innecesaria e injustificada contra otros animales.

23 de febrero de 2015

Los moluscos son seres sintientes



«Experimentamos conductas básicas como comer, beber o emparejarnos como placenteras porque sirven para sobrevivir y reproducirnos. Y no sólo los humanos sino prácticamente todos los animales.» ~ Pablo Malo

En anteriores artículos, dentro de la categoría de sintiencia, dediqué un espacio a hablar sobre animales cuya sintiencia todavía causaba cierta controversia: peces, reptiles, crustáceos, insectos, aportando evidencias que confirman su capacidad de sentir. Con esta entrada quisiera terminar de momento la serie exponiendo como ejemplo a los moluscos y los celentéros.

Sabemos que las plantas no sienten porque no tienen neuronas ni sistema nervioso. No tienen sensaciones ni deseos, porque no pueden tener intenciones ni deseos. Simplemente reaccionan a estímulos externos de forma automática o inconsciente sin que haya ningún proceso de sensación de por medio, puesto que carecen del órgano necesario para ello.

Sabemos que el sistema nervioso es el órgano que produce las sensaciones y que, por tanto, genera la conciencia y todo aquello que forma parte de ésta, a lo que denominamos deseos, intereses, voluntad, intenciones. Sabemos que los demás animales también tienen sistema nervioso, y que en dicho sistema nervioso se realiza de forma similar la misma actividad eléctrica y química que en el nuestro, es decir: conexiones neuronales y secreción de sustancias neurotransmisoras.

Parece que es mucho más fácil reconocer la sintiencia en otros animales muy parecidos a nosotros morfológicamente que en el caso de otros que son muy distintos a nosotros en aspecto y tamaño —como es el caso de los peces, los insectos y los moluscos. La ciencia nos ayuda a conocer y confirmar objetivamente si otros animales sienten. Las evidencias apuntan cada vez más claramente que un sistema nervioso centralizado implica sintiencia. De ahí su especial relevancia para el movimiento de Derechos Animales. A pesar de que, por desgracia, los científicos hayan utilizado y asesinado animales no humanos para confirmarlo.

El grupo denominado «moluscos» es uno de los diversificados morfológicamente en el reino animal. Dentro de este grupo existen diferencias notables. En un extremo tenemos a los pulpos que han sido mencionados explícitamente en la Declaración de Cambridge como un ejemplo de animal, fuera del grupo de mamíferos y aves, sobre el que tenemos evidencias muy consistentes acerca de su capacidad de sentir. En el otro extremo, tenemos a las almejas, las ostras y las medusas; que hasta ahora no habían sido reconocido como sintientes, pero respecto de algunos de los cuales contamos con evidencias que apuntan a que su capacidad de sentir sería más que un simple posibilidad.

Si lo demás animales pueden sentir, esto significa que experimentan sensaciones [dolor, placer,...] y tienen intereses —desean proteger su vida, buscar lo que les beneficia y evitar lo que les perjudica. Por tanto, de acuerdo al principio ético de igualdad, ellos merecen igual consideración, sin importar que sean humanos o de qué especie sean. De ahí radica la relevancia de cononocer empíricamente si otros seres son sintientes o no. Éste el motivo de este ensayo.

Antes de nada, nunca está de más recordar que la capacidad de sentir implica conciencia. Los seres sintientes son seres conscientes por la propia naturaleza de la sintiencia. 

¿Cómo podría un animal sentir dolor sin ser él mismo quien lo siente? Eso sería una contradicción lógica y empírica. El dolor no puede darse en un vacío impersonal, sino que requiere y necesita de la subjetividad. El neurofisiólogo Rodolfo Llinás lo explica de manera bastante clara y detallado cuando señala que "la subjetividad es la esencia constitutiva del sistema nervioso." Llinás especifica que la conciencia sería una característica intrínseca de todos los seres con sistema nervioso y que su origen no está en el pensamiento cognitivo o conceptual, sino que está en las sensaciones.

Si un ser puede experimentar dolor entonces tendrá el interés en evitar dicho dolor o la causa o fuente que lo provoca. Si un ser puede experimentar placer entonces tendrá interés en repetir aquella conducta que le causa placer. Así ocurre con todas las sensaciones. Decir que alguien puede sentir dolor, o sentir placer, pero que no tiene interés en evitar o buscar dicho dolor o placer, es contradictorio en los términos. Por tanto, en todo ser sintiente hay intencionalidad.

Como señala, de nuevo, Llinás; una característica peculiar de los animales es el movimiento, y para poder movernos con éxito necesitamos tener una mente que genere una representación interna del mundo exterior a nuestro organismo para poder dirigirnos en él evitando los peligros y buscando los beneficios. Esto es lo que denominamos sentidos: vista, oído, olfato, tacto,...

A menudo se dice que otros animales se mueven por "instintos", pero hablar de instintos es lo mismo que hablar de sensaciones. Cuando mencionamos, por ejemplo, el instinto de supervivencia o el instinto sexual, nos referimos a determinadas sensaciones, emociones y deseos que experimentamos. Luego si otros animales tienen instintos entonces son seres sintientes por definición. Decir que poseen instintos es decir que experimentan deseos e intenciones. Y no se pueden tener deseos e intenciones sin una conciencia básica de dichas experiencias.

Podemos decir que todos los seres sintientes son también inteligentes en el sentido de que poseen pensamientos y memoria. Aunque ambas son funciones autónomas, están directamente interrelacionadas. No hablamos de inteligencia como pensamiento abstracto, conceptual o discursivo, sino más bien como estados intencionales.

¿Cómo sabemos que los moluscos son seres sintientes? En algunas especies dentro del grupo de los moluscos contamos con evidencias claras acerca de su capacidad de poder experimentar sensaciones.

Las almejas son moluscos y también son uno de los animales que tienen un sistema nervioso más básico o sencillo. Si se demuestra que ellas efectivamente sienten —y teniendo en cuenta todos los datos que se han recopilado durante décadas de investigación neurocientífica en animales no humanos— entonces lo más razonable es deducir que todos los demás animales con sistema nervioso también sienten en efecto.

Una de las maneras más fiables de reconocer la sintiencia en otros animales es la comprobar si efectivamente sienten dolor —aunque la sintiencia abarca muchas otras más experiencias subjetiva aparte del dolor.

Para poder sentir dolor es necesario tener receptores nociceptivos. La nocicepción es una modalidad sensorial somática que tiene una importante función protectora, ya que focaliza la atención en un estímulo nocivo que amenaza la integridad del organismo y que debe, por ende, ser evitado.

La capacidad para responder a estímulos nocivos es una característica básica de todos los organismos de la escala filogenética, desde los unicelulares hasta los mamíferos. Por ejemplo, en anélidos existe un grupo celular [células N] considerado como nociceptor; los pulpos tienen vías nerviosas que conducen información nociceptiva. En otros phyla que poseen un sistema nervioso similar al de los moluscos —como es el caso de los cefalópodos— también se han descrito conductas que pueden considerarse antinociceptivas.

Sabemos que las almejas poseen ganglios donde se han centralizado las neuronas aferentes —las neuronas que realizan la función específica de procesar percepciones subjetivas. Sabemos que segregan neurontransmisores como la dopamina y sustancia opiáceas que están directamente asociadas a la regulación del placer y del dolor. También sabemos que son capaces de reconocer estímulos dañinos y procuran evitarlos de forma deliberada. Cuando se les administran sustancias narcotizantes, sus reacciones antes estímulos dañinos cambian notablemente, lo que sugiere sin duda que su reacción está mediatizada por el dolor, es decir, por una experiencia consciente.

¿A pesar de todo eso tenemos que suponer que ellas no sienten cuando todas las evidencias apuntan claramente a que son seres conscientes? No veo argumento que refute la interpretación de estas evidencias en favor de la conciencia. Tal y como explica Carlos Piñeiro:
«Ocurre que, incluso las almejas, tienen su pequeño sistema nervioso. Y si analizamos lo que ocurre en él, vemos que al detectar sal en el agua, ese sistema nervioso “intuye” la presencia de alimento, y prentende “motivar” a su cuerpo para buscar comida, y para eso libera dopamina. Es su sistema de recompensa, a la almeja “le gusta” la sal, y ese es el placer que la moviliza para buscar alimento. ¿Estoy diciendo que sienten placer las almejas? No voy a entrar en discusiones filosóficas sobre como viven el placer las almejas, pero lo cierto es que se trata de un sistema de recompensa mucho más simple y reducido, pero de función muy similar al nuestro. De hecho comparte el mismo neurotransmisor, nuestra vieja amiga la dopamina.»



Es cierto que la dopamina realiza varias funciones en el sistema nervioso. Pero ¿por qué suponer que sólo en los vertebrados realiza la función de regular las sensaciones, y no también en los invertebrados cuando ya contamos evidencias que muestran que la supresión de la dopamina ralentiza e inhibe las reacciones ante estímulos dañinos? Eso parece una discriminación arbitraria, prejuiciosa. Tendemos a suponer, sin una buena razón, que sólo los animales más similares a nosotros son capaces de sentir. 

En otros moluscos —concretamente en los caracoles— se ha encontrado que los opioides modulan la respuesta ante estímulos térmicos nociceptivos así como la actividad de algunos grupos neuronales. Es decir, poseen los receptores necesarios para poder sentir dolor y, además, segregan las sustancias neurotransmisores que el organismo utiliza para aliviar la sensación de dolor.

Junto con los moluscos hay otro grupo de animales muy parecidos en fisiología que son los celentéreos. El animal más conocido dentro este grupo es la medusa.

A pesar de ser más difuso y no contar con un cerebro propiamente hablando, el sistema nervioso de las medusas no está carente de centralización en forma de núcleos neuronales donde se da la integración y procesamiento de la información sensorial. De hecho, una de las maneras en las que tiene lugar la sintiencia de las medusas es a través de sus primitivos ojos, que les permiten, cuanto menos, captar las diferentes longitudes de ondas electromagnéticas de su entorno: el color. En función de lo que ven, las medusas pueden identificar y buscar lo que les es favorable y alejarse de las amenazas, una facultad que les ha permitido sobrevivir durante millones de años.

No es necesario poseer propiamente un cerebro para poder sentir. El cerebro es solamente una parte sofisticada del sistema nervioso, es decir, es un desarrollo de grado. Pero la capacidad de sentir es una cualidad, no una cuestión de grado —aunque la sintiencia como tal admite grados en su contenido. En cualquier caso, casi todos los sistemas nerviosos poseen algún tipo de centralización que podría hacer las funciones que realiza el cerebro en aquellos sistemas nerviosos en los que está presente y que generan la conciencia.

Lo que llamamos cerebro es un tipo específico de concentración neuronal. En realidad, no hay ningún cerebro igual a otro, cada cerebro individual es único. Dentro del cerebro, la zona que procesa las sensaciones es el diencéfalo. Y dentro del diencéfalo el proceso lo realizan determinadas interacciones de neuronas aferentes. Un cerebro que fuera dañado en la zona del diencéfelo perdería la capacidad de sentir y el organismo ya no podría sobrevivir por sí solo. Luego no es el cerebro sino todo el sistema nervioso en general quien realiza la función de la sintiencia, aunque el proceso se centralice específicamente en las neuronas aferentes.

Creer que un ser con sistema nervioso tiene que tener una concentración neuronal como la nuestra para poder sentir es absurdo porque ignora el verdadero proceso según el cual se origina la sintiencia. De hecho, se ha intentado negar que otros animales no podían ser conscientes porque carecían de neocórtex [aves, reptiles, peces,...] pero se ha descubierto que el neocórtex realiza funciones puramente cognitivas —tal y como explica Antonio Damasio— y que no tienen que ver con la existencia de la sintiencia como tal. Por lo que la conciencia puede existir perfectamente sin necesidad de neocórtex.

Pretender negar la sintiencia en otros animales que poseen una centralización nerviosa de diferente estructura a la nuestra no es razonable cuando sabemos ya que la conciencia se origina por las interacciones de las neuronas. Y esa interacción puede realizarse en concentraciones neuronales que no exactamente como las de nuestro cerebro humano.

Ahora bien, si cuando hablamos de "cerebro" nos referimos a cualquier centralización neuronal, entonces de acuerdo: sólo quien tiene cerebro puede sentir. Es decir, todos los seres con sistema nervioso exceptuando quizás sólo a las estrellas de mar y las anémonas, pues carecen de centralización conocida y su sistema nervioso pudiera ser que sólo realice una función refleja. Así aparece expresado además en los modernos manuales sobre fisiología animal.

Es evidente que el mero hecho biológico de la vida, o las evidencias etológicas por sí solas, no justifican deducir que un ser puede sentir. Pero los argumentos que se exponen aquí para explicar la sintiencia no están basados en ninguno de esos puntos. Los argumentos se fundamentan en las evidencias neurofisiológicas. Y si se menciona la conducta, en algún momento, ésta se conecta con la actividad específica del sistema nervioso que la genera.

Por otra parte, si bien la complejidad del sistema nervioso puede tener en efecto relación con la complejidad del fenómeno de la sintiencia, eso no implica que, una vez dados los requisitos neurológicos necesarios para que exista la subjetividad, las percepciones sensoriales sean menos intensas o menos importantes para el sujeto que las experimenta. La idea de que existe una supuesta jerarquía sensitiva entre seres sintientes no se justifica.

¿Por qué deberíamos suponer que un bebé humano siente "menos" dolor o "menos" placer que un adulto en plenas facultades? Es razonable deducir que los bebés carecen de la capacidad de generar sentimientos complejos, pero eso no significa que sus sensaciones y emociones sean menos intensas que las nuestras, o que les importen menos que a nosotros. De hecho, recientes estudios han descubierto que los bebés experimentan el dolor de forma tan intensa o más que los adultos. Entonces ¿por qué deberíamos suponer que otros animales con sistemas nerviosos menos complejos no experimentan sensaciones y deseos tan intensos como los nuestros?

No hay ninguna razón que justifique asegurar que la sensación tenga que ser diferente según la especie del individuo. Si el individuo en cuestión posee un sistema nervioso centralizado —con el tipo específico de neuronas que procesan percepciones en forma subjetiva— y además sabemos que generan neurotransmisores asociados a la experiencia sensitiva, entonces lo que no sería razonable en ningún caso es suponer que no sienten o que sienten de forma radicalmente distinta.

A la luz de las evidencias, negar la sintiencia en animales que tienen un sistema nervioso centralizado no me parece justificado y sugiere una negación motivada por prejuicios especistas contra otros animales sólo porque ellos son muy diferentes a nosotros en aspecto y tamaño, o porque la complejidad de su sistema nervioso no es similar a la nuestra.

En definitiva, si bien es cierto que no podemos tener una certeza completa al respecto, parece bastante claro que todas las evidencias apuntan a que lo más razonable sería deducir que los moluscos son seres sintientes, por las razones expuestas anteriormente basadas en todos los datos empíricos que tenemos a nuestra disposicion. Lo mismo se podría suponer de todos los demás animales que posean similarmente un sistema nervioso centralizado.

La opción más razonable está en concluir que sí están dotados de conciencia. Y si son seres conscientes entonces deberíamos respetarlos como personas, y no tratarlos como propiedades.


Referencias:

Misael Bañuelos García; «Psicofisiologia Del Dolor» [1915]

Rodolfo Llinás; I of the Vortex, From Neurons to Self [2001]

León-Olea &, Miller-Pérez & Cruz & Antón & Vega & Soto; «Immunohistochemical localization and electrophysiological action of nociceptin/orphanin-FQ in the snail (Helix aspersa) neurons.» [2001]

Marta León Olea; «Evolución filogenética del dolor» [2002]

Hill & Wyse & Anderson; «Fisiología Animal» [2004]

Jennifer Mather; «Cephalopod consciousness: Behavioural evidence. Consciousness and Cognition» [2008]

Walters & Moroz; «Molluscan Memory of Injury: Evolutionary Insights into Chronic Pain and Neurological Disorders» [2009]

Antonio Damasio; «Self Comes to Mind» [2010]

Crook & Walters; Nociceptive Behavior and Physiology of Molluscs: Animal Welfare Implications [2011]

Feinberg & Mallat; «The Ancient Origins of Consciousness: How the Brain Created Experience» [2016]

5 de febrero de 2015

Una explicación naturalista del especismo



Un fundamento biológico en la existencia de los prejuicios

Nuestra actual relación con los demás animales está basada en pautas y costumbres que hemos heredado del Paleolítico y que continuamos por inercia social. A pesar de que la cultura y el contexto han cambiado profundamente, nuestra actitud con los otros animales apenas ha evolucionado desde entonces.

Mucha gente parece convencida de que la explotación animal es un fenómeno natural que surge espontáneamente pero lo cierto es que desde la infancia nos inculcan que los animales son "seres inferiores" que existen como meros recursos para nuestro beneficio. Este adoctrinamiento moldea nuestra visión del mundo. No obstante, la idea de que este prejuicio especista cosifica a los animales sólo tiene un origen en la cultura y la educación, y tienen poco o nada que ver con la biología, podría ser equivocada.

Podemos reconocer el decisivo papel que poseen la educación y el contexto social a la hora de perpetuar la mentalidad especista. Sin embargo, esto no quiere decir que el especismo sea un prejuicio de origen puramente cultural. Considero razonable suponer que haber una cierta tendencia natural o biológica detrás de este comportamiento.

Pienso que lo mismo serviría para explicar —pero no para justificar— el racismo y el sexismo. De hecho, no creo que pueda producirse ningún fenómeno ideológico o cultural sin que exista sin alguna clase de base biológica en su origen; en tanto que somos esencialmente seres biológicos. Lo contrario sería asumir irracionalmente que las cosas surgen de la nada, pero de la nada no puede surgir nada.

Las ideologías nunca surgen del vacío sino que tienen siempre un fundamento previo que no depende del pensamiento.

Por supuesto que nuestra mentalidad se configura en gran medida según la educación y el ambiente en el que crecemos y vivimos. Sin embargo, eso sólo explica cómo se inculcan las ideas pero no explicaría cómo surgen originariamente. Explicar esto último es acerca de lo que trata este ensayo.

En lugar de dictaminar con tosquedad apelando a la maldad, a la estupidez o a la simple ignorancia; comprenderemos mejor los problemas que están ocurriendo si los estudiamos de forma imparcial y objetiva. Y de este modo podremos afrontarlos y solucionarlos de manera más efectiva.

Las evidencias muestran que parece haber cierta tendencia biológica a favorecer a quienes son más semejantes que nosotros, lo cual implica desfavorecer a los más diferentes, y es algo que está presente en el comportamiento instintivo de muchos animales.

Este rasgo innato explicaría en parte la facilidad con la que los prejuicios grupalistas han predominado a lo largo de la historia. La tendencia básica de la que hablamos sería la misma en todos los casos, pero se manifestaría en diversas formas y modos.

Dado lo extendido y arraigado que siempre ha estado el especismo entre la humanidad, una explicación biológica ayudaría a comprender la causa de esta situación. La explicación se basaría en el hecho de que tenemos una preferencia por aquellos individuos que se parecen genéticamente más a nosotros dada la ventaja evolutiva que ello supone.

Bajo esta perspectiva, así como tendemos a considerar a un familiar antes que un desconocido, o a un paisano antes que a un extranjero, igualmente es comprensible que tengamos una disposición a considerar a los humanos antes que al resto de animales por cierta simpatía de semejanza.

De hecho, incluso entre animalistas —incluso entre veganos— parecen inevitablemente surgir estas tendencias, pues parece que no es inusual que se considere más a los mamíferos, y especialmente primates, que a los peces o los insectos. De ahí que comprobemos que las campañas animalistas estén casi siempre centradas en aquéllos.

Por tanto, bien podemos explicar el origen del especismo apelando a cierta tendencia biológica. Aunque es importante tener en cuenta siempre que los individuos no somos clones ni productos de fábrica y que cada uno es diferente y hay diversos grados en una tendencia que es meramente general.

Las tendencias biológicas no son criterios morales

Antes de que nos dejemos llevar por la tentación de caer en la  falacia naturalista, es necesario aclarar que, incluso suponiendo que el especismo tuviera una causa natural, de esto no se sigue que debamos ser especistas o que está bien que seamos especistas. Así como aclara Pere Estupinyà:

«Conocer este innatismo no nos debe servir para justificar nuestras acciones ni aceptarnos tal y como somos, sino para saber qué cualidades podemos potenciar y cuáles ofrecerán resistencia cuando intentemos corregirlas a fin de conseguir el bienestar individual y común.» [Pere Estupinyá, El ladrón de cerebros, 2010]

Ahora, suponiendo que las explicaciones biológicas del especismo sean creíbles, ¿qué dice ello de la posibilidad de superar el especismo?

Si en efecto existen, siempre han existido, y puede que siempre existirán, conflictos grupales entre humanos motivados por instintos discriminatorios —racismo, sexismo, nacionalismo— ¿por qué no se podría señalar lo mismo, con mayor razón, de nuestra desconsideración hacia otros animales?

Si nuestra desconsideración moral hacia los no-humanos fuera algo meramente adquirido entonces la solución a este problema no da lugar a controversia, pues lo adquirido se puede eliminar de la misma manera. Ahora bien, si el especismo es un prejuicio que tiene su fundamento también en nuestra biología entonces debemos tenerlo en cuenta y no verlo solamente como un constructo cultural, si en verdad deseamos evitarlo.

Estoy de acuerdo con la tesis de Steven Pinker acerca de que es errónea la creencia de la naturaleza humana es una "tabla rasa". No surgimos como hojas en blanco sino nacemos con una estructura natural inherente que incluye tanto nuestro cuerpo como nuestra mente. También estoy de acuerdo en que el papel que juega el ambiente y la cultura en el desarrollo de nuestra personalidad son decisivos. Todos estos factores —naturaleza, ambiente, cultura— intervienen igualmente en la formación de nuestra mentalidad. Incluso esos mismos factores influyen entre ellos. Se trata de una vía de dos direcciones. Si bien la biología influye decididamente en la cultura, ésta a su vez puede influir en la biología.

El ambiente moldea parte de nuestra biología, es cierto; pero, debemos comprender que, en tanto que no somos una tabla rasa, no somos infinitamente moldeables. Hay ciertos limites que debemos asumir.

Pero en lugar de cometer el error maniqueo de cambiar el mito de la "tabla rasa" por el mito de la "tabla determinata", deberíamos forjar una nueva visión que equilibre de forma inteligente todos los elementos implicados, que se acerca más a la realidad y nos permita afrontar el progreso moral con mayor éxito.

Aunque fuera efectivamente cierto que existe una cierta predisposición biológica a la discriminación especista esto no quiere decir que dicha predisposición sea un destino. Una predisposición no es una determinación. El ambiente y la educación que recibimos enfoca nuestra base biológica.

Creo que el problema está en cómo interpretamos la presencia de esa tendencia a la afinidad con los semejantes. A mi modo de ver, nos equivocamos si equiparamos una tendencia como una determinación. No son lo mismo. Que pudiera haber una tendencia no significa que estemos obligados a que esa tendencia determine nuestra forma de pensar y de actuar.

¿Nos sentimos más identificados con quienes nos son más cercanos genéticamente? Quizás, en cierto modo, en ciertas ocasiones, no siempre. Si aquello fuera una tendencia determinista entraría en contradicción con el hecho de que podemos comprobar que surgen amores, amistades o consideración entre individuos de diferente raza o especie. ¿Acaso no hay muchos humanos que se preocupan altruistamente por individuos no-humanos y dedican su vida a ellos?

Tenemos más preocupación personal por nuestros allegados: amigos, familiares, compañeros. Los hechos lo indican claramente. Pero hay niveles de consideración. La moral igualitaria no es incompatible con la existencia de un ámbito privado. Podemos preocuparnos de forma especial por nuestra familia y al mismo tiempo respetar a los demás individuos como personas y no tratarlos como objetos.

Nuestra conducta no está determinada por la biología

No veo por qué razón el especismo es diferente del resto de prejuicios. Si podemos superar el racismo, el sexismo, o la homofobia, ¿por qué no vamos a poder superar el especismo?

Claro que la biología fundamenta y condiciona todo nuestro comportamiento, pero esto no equivale a que la biología determine todo lo que hacemos. Nuestra configuración biológica puede, por ejemplo, hacernos tender a la ira, pero el autocontrol aprendido gracias a la educación que recibimos consigue que reconozcamos esta ira y podamos controlarla y atenuarla y, finalmente, anularla.

Una tendencia no equivale a una inevitabilidad. ¿Existe una tendencia inherente a favorecer a quienes son más parecidos a nosotros? Puede que sí ¿Esta tendencia implica que estamos determinados a ella? Me parece que no. De acuerdo a lo que señala Stuart Sutherland en su destacado estudio sobre la irracionalidad:

«Posiblemente el desagrado hacia los exogrupos sea hasta cierto punto innato y se remonte a nuestra historia tribal. Pero eso ni lo justifica ni implica necesariamente que se imposible de controlar.» [Suart Sutherland, Irracionalidad, 1992]

En la obra del profesor Konrad Lorenz se postula que en los animales por lo general existe un instinto de agresión —una predisposición agresiva innata. Pero aunque esa tendencia es inherente no es unívoca. Se puede dirigir tanto a la guerra —y otras formas de violencia— como hacia actividades civilizadas y constructivas como son el arte, el deporte y la cultura en general. Pensemos en el heavy metal, en las artes marciales y en los juegos de consola.

Por todo ello, no deberíamos caer en el pesimismo: el pesimismo de creer que no podemos dejar de ser especistas o que nunca podremos conseguir que la sociedad deje de ser especista.

El pesimismo no lo considero una postura razonable puesto que no me parece justificado. Es decir, si lo que pretendemos es que el especismo desaparezca en la nada absoluta, esto sería imposible. Alguien que pretenda tal cosa es consecuente que se abisme en el pesimismo. Pero es una postura absurda. Es como deprimirse porque nunca podremos ser inmortales. Lo que sí podemos conseguir es vivir existencias más largas que las de nuestros antepasados, más acordes con la ética, y razonablemente felices. Nuestra actitud ante las vicisitudes de la vida depende en gran medida de la visión y el objetivo que nos marquemos previamente.

Si en efecto el prejuicio se trata de una tendencia que aparece de forma inherente entonces no podemos erradicarlo hasta hacerla desaparecer. Ahora bien, esto no significa que educando a la gente no podamos evitar que haya menos personas que asuman ese prejuicio como parte de su forma de pensar que las que habría sin esa educación igualitaria. La cultura sirve entre otras cosas para controlar estas tendencias innatas. En palabras de Manuel Garrido Lora«La biología nos hace agresivos, pero es la cultura la que nos hace pacíficos o violentos

Veamos el caso del machismo. La práctica del machismo puede aarecer como:

[1] Un prejuicio sistemático asentada en la corriente de la mentalidad predominante y en la propia estructura de la sociedad.

[2] Un caso marginal y excepcional; algo que sucede ocasionalmente pero que es rechazado por la mayoría de la sociedad.

Creo que podemos comprobar que hay una abismal diferencia entre ambas situaciones. Según lo veo yo, el especismo puede ser afrontado de forma similar. 

Que el especismo no es una tendencia determinista está claro, pues millones de personas veganas lo demuestran cada día mediante sus ideas y acciones.

Una nueva perspectiva sobre un problema antiguo

En conclusión, plantear el problema del especismo desde un punto de vista naturalista no sirve para justificarlo ni tampoco para despreciar la explicación cultural.

La explicación naturalista sirve para complementar la explicación cultural. Sirve para comprender el porqué ocurre lo que ocurre. Y sirve para que nos planteemos la posibilidad de que el cambio de mentalidad —aunque necesario e importante— puede no ser suficiente para hacerlo desaparecer y que debemos estar vigilantes ante la posibilidad de que esta tendencia inherente se manifieste en cualquier momento y forma.

Ser conscientes de que la semilla del especismo está dentro de nosotros es un conocimiento que nos ayudará a evitar que surja y nos domine. Sólo así lo podremos entender y controlar y conseguir que no rija nuestra vida, tal y como está ocurriendo actualmente.

Creo que no es ilusorio pensar que podemos superar el especismo como la ideología dominante en nuestras vidas, al igual que podemos superar el resto de prejuicios. Citando al profesor António Damasio:

«La naturaleza por sí misma no tiene valores morales. Sin embargo, tenemos la cultura, la posibilidad de reflexionar sobre nuestras vidas y de cambiar las cosas. Le pondré un ejemplo relacionado con la esclavitud: desde el punto de vista de quien se beneficiaba de ella, podía ser buena, pero los seres humanos hemos descubierto que la esclavitud no es buena y la hemos abolido. Eso no surge de la evolución biológica. Es algo cultural.» [Entrevista a António Damasio, El Periódico de Catalunya, 11 de octubre del 2010]

Por todo ello, si bien el especismo —al igual que el racismo u otros prejuicios— tal vez nunca pudiera ser completamente erradicado del todo, dado que en su origen habría un factor biológico intrínseco, sí que puede ser desterrado en una gran medida y pienso que sería un imperativo moral que nos esforcemos para conseguirlo.