29 de diciembre de 2015

Derechos Animales vs. El Mito Del Trato Humanitario



En el siguiente artículo, el profesor Tom Regan expone su análisis sobre aquella posición —supuestamente basada en el principio humanitario de que no debemos causar un sufrimiento innecesario a los otros animales— que es denominada como «Bienestar Animal» partiendo de varios ejemplos que describen lo que se hace con los animales en la industria de explotación animal bajo las regulaciones legales promovidas por los partidarios del «Bienestar Animal».

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Derechos Animales vs. El Mito Del Trato Humanitario

Tom Regan


2010


Muchas personas nos ven como excéntricos declarados, de primer nivel, los primeros de la clase de los chiflados. Sin embargo, reducido a lo esencial, lo que nosotros defendemos es de mero sentido común.

Lo que nosotros creemos

Creemos que cada animal matado para alimentarnos, atrapado en una trampa para usar su piel, utilizado en laboratorios o entrenado para saltar por aros es alguien único, no un genérico “algo”. Creemos que les importa lo que les suceda. ¿Por qué? Porque lo que les sucede representa una diferencia en la calidad y la duración de sus vidas.

A este respecto, pensamos que los humanos y los animales son lo mismo, son iguales. De modo que todos los defensores de los derechos animales comparten un punto de vista moral común: no deberíamos hacerles lo que no querríamos que nos hicieran a nosotros. No comerlos. No llevar sus pieles. No experimentar en ellos. No entrenarlos para saltar por aros. Nosotros decimos: "No Jaulas Más Grandes, Sino Jaulas Vacías."

El "trato humanitario" en la legislación

Comparativamente hablando, pocas personas son defensoras de los derechos animales. ¿Por qué? Parte de la respuesta concierne a nuestras creencias dispares acerca de con qué frecuencia se trata mal a los animales. Nosotros opinamos que ésta es una tragedia de proporciones incalculables. Los no activistas creen que el maltrato apenas ocurre.

Que piensen así parece bastante razonable. A fin de cuentas, tenemos leyes que disponen cómo han de ser tratados los animales, y una cuadrilla de inspectores del gobierno para certificar que dichas leyes son obedecidas.

¿Qué requieren nuestras leyes? En el lenguaje de nuestra legislación federal más importante, el Acta de Bienestar Animal, los animales deben recibir "un cuidado y un trato humanitario." Es decir, los animales deben ser tratados con consideración y bondad, con misericordia y compasión, el auténtico significando de la palabra "humanitario." Así reza en cualquier diccionario estándar.

Si las cosas estuvieran tan mal como los activistas dicen que están, los inspectores del gobierno sacarían a la luz pública una enorme cantidad de casos de crueldad. Sin embargo, esto es precisamente lo que los inspectores de gobierno no encuentran.

Para el ejercicio económico 2001, el Servicio de Inspección de Salud de Animales y Plantas (APHIS) realizó 12.000 inspecciones. De este total, sólo se informó de 140 casos de posibles infracciones por dispensar un trato inadecuado a los animales. Esto significa una tasa de cumplimiento de la ley del 99%.

No es de extrañar que el gran público crea que, salvo raras excepciones, los animales son tratados con misericordia y bondad, con consideración y compasión.

Las inspecciones y el mito del "cuidado y trato humanitario"

Por desgracia, la confianza del público en lo adecuado de las inspecciones del gobierno es desacertada. Lo que los inspectores del APHIS consideran trato humanitario socava las propias inspecciones antes de que se lleven a cabo. Considere algunos ejemplos de lo que les ocurre a los animales en los laboratorios de investigación:

Gatos, perros, primates no humanos y otros animales son ahogados, asfixiados, y matados de hambre.

Son quemados, sometidos a radiaciones, y utilizados como "conejillos de indias" en la investigación militar.

Se les extraen los ojos quirúrgicamente y se destruye su audición.

Son desmembrados, y sus órganos son aplastados.

Se utilizan medios invasivos para provocarles infartos, úlceras y convulsiones.

Se les priva del sueño, se les somete a electroshock, y se les expone a calor y frío extremos.

Cada uno de estos procedimientos y resultados cumple con el Acta de Bienestar Animal. Todos obedecen a lo que los inspectores del APHIS consideran "un cuidado y un trato humanitario”. Y las cosas son aún peores.

Está yendo a peor

Se estima que el número anual de animales utilizados en laboratorios de investigación sujetos a inspecciones del APHIS es unos 20 millones. Esta cifra, a pesar de ser considerable, resulta insignificante al lado de los 10 mil millones de animales matados al año para ser comidos, sólo en los Estados Unidos. 

Sorprendentemente, los animales de granja son explícitamente excluidos de la protección legal que proporciona el Acta de Bienestar Animal. Esto es lo que el APA dice: 

«[En el Acta de Protección Animal] el término 'animal'... excluye a caballos no empleados para la investigación y otros animales de granja, tales como, aunque no exclusivamente, el ganado o las aves, utilizados o destinados a convertirse en alimento (o tejido). . .»

¿Pero si no es nuestro gobierno, entonces quién decide qué significa un cuidado y un trato humanitario para los animales de granja? En la política real sobre la ganadería americana, es la propia industria de animales de abasto la que escribe las reglas. ¿Y qué tipo de trato permiten esas reglas? Veamos algunos ejemplos:

Las terneras pasan toda su vida confinadas individualmente en estrechos establos tan reducidos que no pueden darse la vuelta.

Las gallinas ponedoras viven un año o más en jaulas del tamaño de un cajón de escritorio, siete gallinas o más por jaula, tras el cual son sistemáticamente privadas de comida durante dos semanas para inducir un nuevo ciclo de puesta.

Las cerdas son instaladas durante cuatro o cinco años en cercos individuales rodeados de barrotes ("establos de gestación") escasamente más anchos que sus cuerpos, donde son forzadas a dar a luz camada tras camada.

Hasta que saltó la reciente alarma de las “Vacas Locas”, las vacas demasiado débiles para mantenerse en pie eran arrastradas o empujadas hasta el matadero.

Los gansos y los patos son forzados a ingerir el equivalente humano a 30 libras de alimento por día para agrandar su hígado, lo mejor para satisfacer la demanda de foie gras (arcaica tradición francesa).

Todas estas condiciones y procedimientos ponen de manifiesto el pertinente compromiso de la industria con la misericordia y la bondad, la compasión y la consideración.

No olviden la vestimenta

Conforme a lo dispuesto en el Acta de Bienestar Animal, existen más animales, además de los destinados a ser "alimento", que no alcanzan la consideración de animales. Esto es válido para cualquier animal empleado en la industria textil. En la del cuero, por ejemplo. O la lana. O la piel. Esto son hechos, no ficción. Los animales cuya piel utilizamos, tanto si son atrapados en trampas como si son criados en granjas peleteras, están exentos incluso de la escasa protección legal proporcionada por el APA. Como sucede en la ganadería, la industria peletera establece sus propias medidas y regulaciones de "cuidado humanitario"

¿Y qué cosas permiten las granjas peleteras o las trampas “humanitarias”? Aquí tenemos algunos ejemplos:

En las granjas, los visones, chinchillas, mapaches, linces, zorros y otros animales son confinados en jaulas de tela metálica durante toda su vida.

Las horas que están despiertos las pasan desplazándose de un lado al otro, o haciendo círculos con la cabeza, o saltando hacia los lados de sus jaulas, o automutilándose, o comiéndose a sus compañeros de jaula.

Se les mata rompiéndoles el cuello, o por asfixia (utilizando dióxido de carbono o monóxido de carbono), o introduciéndoles barras eléctricas por el ano para "freírlos" de cabo a rabo.

Los animales atrapados en trampas tardan un promedio de 15 horas en morir.

A menudo se arrancan a sí mismos los miembros atrapados en un vano intento por salvar sus vidas.

Todo es perfectamente legal; cada detalle ocurre de acuerdo con los estándares de bondad y misericordia, de consideración y compasión de la industria. Aquellos de nosotros que ya tenemos una cierta edad recordamos las inmortales palabras del locutor de televisión Howard Beale, en la Red cinematográfica. Todo es una locura, decía Beale. El mundo está patas arriba. La gente debería enfadarse. Enfadarse de verdad. "!Quiero que todos ustedes se levanten de sus sillas!," decía Beale a sus espectadores, "Vayan hacia la ventana, ábranla, saquen la cabeza, y griten, '!estoy absolutamente furioso y no voy a permitir esto ni un minuto más!'"

Tiempo de ira

Las personas que confían en lo que los portavoces de la industria y los inspectores del gobierno les dicen acerca del "cuidado y el trato humanitario" de los animales deberían seguir la recomendación de Howard Beale. Deberían enfurecerse por dos razones.

Primero, deberían enfurecerse por cómo se les ha tratado. La pura realidad es que no se les ha dicho la verdad. Han sido desorientados y manipulados por los portavoces de la industria y del gobierno. "No hay nada de qué preocuparse. Público, confíe en nosotros: todo está en orden en los laboratorios, en las granjas, en el campo. Los animales reciben un trato humanitario." ¿Confía en nosotros? Esperemos que ya no.

Segundo, la gente debería enfurecerse por cómo se trata a los animales. Cuando los animales son desmembrados y sus órganos aplastados; cuando se les hace enfermar a través de la alimentación que son forzados a comer y pasan la vida entera solos, aislados; cuando son gaseados hasta morir o se les rompe el cuello: no existe maquinaria propagandística en el mundo que pueda transformar estos hechos espantosos en lo que no son.

Si llega el día en que el gran público se enfurece, el número de defensores de los derechos animales empezará a alcanzar niveles sin precedentes. Cuando ese día llegue, pero no hasta entonces, nuestra esperanza compartida en un mundo en el que los animales sean de verdad tratados humanamente tendrá por fin unas bases sólidas sobre las que asentarse. 


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Este artículo de Tom Regan es otra aportación que nos ayuda a comprender por qué el denominado´Bienestar Animal´ es un fraude empírico y moral.

Es un fraude moral porque no aporta ninguna razón que justifique que utilicemos a otros animales como recursos para nuestro beneficio. Simplemente da por hecho que tenemos legitimidad en someter y matar a los demás animales en tanto que eso beneficie a los humanos.

Es un fraude empírico porque la posición del ´Bienestar Animal´ no sólo acepta y promueve la explotación de animales no humanos sino que considera que esclavizarlos y matarlos es compatible con su bienestar. Sin embargo, si estas prácticas se aplicaran sobre seres humanos, la gente las calificaría como tortura.

El simple hecho de que los animales que son víctimas de esta explotación no sean humanos es la única diferencia que podemos alegar para establecer una valoración diferente. Es decir, no podemos establecer ninguna diferencia que sea moralmente relevante, pues la diferencia de especie es equivalente a la diferencia de sexo o de raza.

Oponerse al «Bienestar Animal» no significa oponerse al bienestar de los animales no humanos sino que significa oponerse a unas políticas que atenta directamente contra su bienestar —además de contra su libertad y su vidas. El denominado 'Bienestar Animal' no ha ayudado a eliminar el sufrimiento que infligimos a los demás animales y de hecho más bien han servido para perpetuarlo y agravarlo.

Como acertadamente explicaba la autora Joan Dunayer:

«Los bienestaristas a menudo acusan a los defensores de los Derechos Animales de ser insensibles al sufrimiento de los no-humanos. Nada podría estar más lejos de la realidad. Los defensores de los Derechos Animales entienden que ninguna víctima de la industria alimenticia cuenta con verdadero bienestar. Los animales considerados dispensadores de huevos, leche o carne son acordemente tratados como cosas, no como personas. Con el bienestarismo el sufrimiento sigue y sigue y sigue aumentando. Debemos hablar y actuar demostrando y demandando pleno respeto para los animales no humanos. Sólo ese respeto máximo puede reducir, y finalmente acabar, con el sufrimiento masivo.»

Por todo ello, quien esté a favor de los Derechos Animales debería oponerse activamente al denominado «Bienestar Animal» por ser una posición ideológica y un instrumento práctico en favor del sometimiento y la destrucción de los animales no humanos.

La única forma real y efectiva de dejar de hacer daño innecesariamente a los demás animales es dejar de utilizarlos —dejar de consumirlos.

18 de diciembre de 2015

«Pseudociencia en el Movimiento Animalista»



Este artículo del profesor Casey Taft es una continuación de otro artículo anterior titulado «El Activismo Animalista Y El Método Científico» en el que explicaba cómo los grupos bienestaristas manipulan los datos para intentar forzarlos a que encajen sus ideas. En esta entrada veremos como esta deshonestidad no es un caso puntual sino que parece ser algo sistemático de esos grupos.

La supuesta "ciencia" que las organizaciones bienestaristas están promoviendo para intentar justificar su forma de actuar no es tal ciencia. No es ciencia sino pseudociencia. Yo diría que ellos quieren hacer creer a la gente que su activismo reformista es más efectivo que el activismo de los abolicionistas veganos, para así conseguir su apoyo y, sobre todo, su dinero.

No cabe duda de que debemos introducir el método científico en el análisis de nuestro activismo para poder valorar y mejorar su eficacia. Pero antes, sería necesario comprender la diferencia entre la ciencia real y la estafa pseudocientífica que los bienestaristas están difundiendo. 

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«Pseudociencia en el Movimiento Animalista»

Casey Taft, PhD


Expuse anteriormente mi análisis acerca de una investigación en la que Humane Research Council [ahora renombrada Faunalytics] malinterpretaba los datos para intentar defender la idea de que debemos promover que la gente reduzca su consumo de carne en lugar de promover el veganismo. Tal y como señalé, sus datos apuntaban justo lo contrario de lo que manifestaban en sus conclusiones e indicaban que debemos promover el veganismo en lugar del "reducetarianismo". Otros fallos del estudio radicaban en la ausencia de hipótesis testables basadas en una teoría y que habían maldefinido el veganismo y lo consideraban como una dieta en lugar de una posición ética contra el uso de animales. Además, no habían dispuesto sus hallazgos a la revisión por pares, lo cual es un práctica estándar en la comunidad científica.

Así que cuando vi que otro grupo, el Humane League Labs, ha publicado un reciente estudio que de forma similar concluye que debemos animar a la gente a reducir su consumo de animales en lugar de eliminarlo completamente, me mostré escéptico al respecto. Leí el informe completo, por supuesto, para comprobar si sus datos coincidían con sus conclusiones. Tal y como sospechaba, no fue así.

La premisa de este estudio ya la hemos visto antes. Ellos repartieron propaganda que "trataba sobre la crueldad de las granjas industriales y los beneficios para la salud de eliminar los productos animales de nuestra dieta". Después, los autores repartieron ocho planfletos diferentes que exponían varias cuestiones: algunos animaban a lectores a "comer vegano"; otros animaban a "comer vegetariano"; otros animaban a "comer menos carne"; y otros animaban a "reducir o suprimir" la carne y otros productos animales.

Al igual que en el anterior estudio que critiqué, aquí también hay serios problemas teóricos y metodológicos. De nuevo, el mayor problema respecto de este estudio es que el veganismo no está apropiadamente presentado. Un mensaje vegano no se enfoca sólo en las "granjas industriales" sino que discute la moralidad de utilizar a los animales en cualquier forma. Tampoco se enfoca en la salud. Por tanto, si los autores quieren sacar inferencias sobre el mensaje vegano y su efectividad, entonces deberían referirse al verdadero mensaje vegano.

No voy a analizar los problemas metodológicos en detalle pero el enfoque utilizado no se podría considerar aceptable si fuera sometido científicamente a una revisión por pares. Los principales problemas incluyen un bajo nivel de respuesta en el seguimiento [menos de la mitad] y la ausencia de contabilidad de los datos faltantes [esto es: análisis de datos incompletos]; la confianza en "la calificación por puntos" que es un enfoque claramente débil en el análisis de datos; una falta de claridad acerca de cómo fue la selección aleatoria de los participantes; y una cantidad de grupos desequilibrada.

Sin embargo, lo más preocupante es cómo los datos fueron malinterpretados de manera coincidente con la visión de este grupo. Los que estaban en el grupo de "control" redujeron su consumo de carne y lácteos en mayor medida que los otros grupos. Más aún, los únicos hallazgos estadísticamente significativos fueron aquellos que demostraban que los que estaban en el grupo de control reducían su consumo en mayor medida que quienes recibieron diferentes mensajes. En otras palabras, el único resultado "significativo" a partir del análisis de datos es que los individuos reducen su consumo de carne y lácteos en mayor medida cuando no se les anima a cambiar nada que cuando se les anima a hacer alguna clase de cambio en su consumo. Estos resultados contraintuitivos sugieren que los problemas metodológicos que anteriormente analicé conllevan que todos los datos obtenidos sean cuestionables. En definitiva, los resultados no tiene sentido, y es razonable mostrarse escéptico sobre que podamos sacar algo en claro de todo esto.

Los autores, por otro lado, han interpretado estos resultados que no tienen significado estadístico de forma que concluyen que el mensaje "reduce o suprime" la carne y otros productos animales "sería el enfoque más efectivo" para conseguir que la gente reduzca su consumo de productos animales. Estas conclusiones son injustificadas de acuerdo a los datos actuales, la falta de significado estadístico entre los grupos [excepto por las diferencias mostradas en aquellos que no recibieron ningún mensaje y que fueron los que más redujeron su consumo], y los problemas metodológicos que ponen en cuestión la validez de los datos.

La pseudociencia es "una afirmación, creeencia, o práctica que es presentada como científica pero que no se ajusta a la metodología científica válida, carece de evidencia que la apoye, no puede ser probada de forma estable, y demás carencias de tipo científico." Cuando una organización realiza un estudio y malinterpreta datos erróneos para adecuarlos a su tipo de activismo, está incurriendo en la pseudociencia. Esta clase de prácticas parecen ser demasiado comunes en el ámbito animalista, lo cual es decepcionante y potencialmente peligroso. Medios informativos y otras organizaciones difunden las conclusiones de este estudio asumiendo que son válidas. Las organizaciones que llevan a cabo esta clase de trabajo pueden afirmar falsamente que su forma de trabajar está "basada en la evidencia". Es potencialmente dañino para los animales promover la idea de que una forma de activismo es más efectiva que otra basándose en estudios profundamente sesgados y erróneos. Podemos y debemos hacerlo bastante mejor que esto.

Texto original en inglés: 
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Mi interpretación sobre lo que ha sucedido es la siguiente: muchos bienestaristas dejaron de consumir animales por estar en contra del sufrimiento y se autodenominaron 'veganos', pensando que el veganismo era una simple dieta o estilo de vida. Pero ahora se dan cuenta de que el veganismo como principio ético es lo contrario de lo que ellos defienden —ellos están a favor de la explotación animal si es para acabar con el sufrimiento— y por eso difunden propaganda para desacreditar la idea de que consideremos el veganismo como un principio moral y favorecer la distorsión de su significado original.

10 de diciembre de 2015

No Somos Su Voz



Me resulta problemática esa idea difundida por algunos grupos animalistas que afirma que nosotros somos, o debemos ser, «la voz» de los otros animales. Me parece una afirmación controvertida por varias razones.

Primero; porque ellos no son mudos ni inexpresivos. Ya tienen su propia voz. Poseen su propio lenguaje y forma de expresión, aunque nosotros no les podamos entender. 

Segundo; porque ellos no nos han elegido como sus representantes. Por tanto, no podemos ser sus portavoces legítimos. 

Tercero; porque lo que en realidad hacemos siempre es ser la voz de nuestros propios deseos o de nuestra interpretación de una teoría moral acerca de lo que debemos hacer, y de la diferencia entre el bien y el mal.

Es posible que ese lema de que «somos su voz» nos resulte muy evocador. Pero el solo hecho de que algo nos guste no conlleva que esté bien. A mucha gente le gusta comer animales y eso no significa que esté bien. Eso no es un criterio válido. Y no importa que la finalidad que se pretenda sea supuestamente buena. No somos su voz y, por tanto, no deberíamos creer ni decir que lo somos.

No es correcto confundir nuestra voluntad o nuestros deseos particulares con la voluntad o los deseos de los otros animales. El problema sucede cuando algunas personas sí lo confunden: creen que lo que ellos piensan y desean equivale exactamente a lo que otros animales piensan y desean en una circunstancia particular. Pero no es necesariamente así, puesto que no podemos conocer el contenido concreto de la voluntad y el pensamiento de los demás animales.

Gracias a la investigación científica sabemos con certeza que los demás animales son seres sintientes. Sabemos que son seres dotados de conciencia. Individuos con una mente que poseen voluntad e intereses propios. 

Sabemos que la lógica moral indica que su individualidad y sus intereses no deben estar supeditados a nuestros deseos y necesidades; y que ellos poseen un valor inherente que no debemos violar por razones instrumentales.

Eso, y lo directamente relacionado con ello, es todo lo que podemos saber a ciencia cierta. Se trata de datos objetivos que podemos comprobar y demostrar. Más allá de esto, considero que creer que nosotros podemos saber qué es lo que piensan y desean otros animales sobre cada situación de su vida sería simple especulación o una suplantación.

No podemos saber lo que ellos pensarían u opinarían sobre su situación específica. Ellos no nos hablan ni nos comunican sus ideas en un lenguaje que podamos entender. 

Por tanto, no somos «la voz» ni los representantes de la voluntad de otros animales. Lo único que podemos representar es nuestros propios deseos o, aparte, nuestra idea de que lo es moralmente correcto y debemos hacer.

Por todo ello, pienso que no deberíamos decir que somos «la voz» o los representantes de la voluntad de otros animales. No actuamos en nombre de otros animales, ni somos sus portavoces. Sólo actuamos en nuestro propio nombre o en el de lo que consideramos que está bien y que estamos moralmente obligados a hacer.

«No sólo los animales son incapaces de defender sus derechos, sino que son igualmente incapaces de defenderse de quienes profesan defenderlos. A diferencia de nosotros, no pueden desconocer o rechazar las declaraciones que hacen en su nombre.» — Tom Regan 

24 de noviembre de 2015

«El Activismo Animalista y el Método Científico»



Este texto es el primero de una serie de artículos que tratan acerca de la efectividad del activismo basada en la evidencia. Su autor es el profesor Casey Taft, especialista académico en psicología, quien amablemente me ha dado su aprobación para traducirlo al español.

El texto forma parte de una respuesta razonada a la propaganda de los grupos bienestaristas que está difundiendo la idea de que promover el veganismo no es la manera más efectiva de conseguir que la gente deje de apoyar la explotación animal y que tratan de adornar su mensaje antivegano con referencias pseudocientíficas que carecen de evidencia probada.

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«El Activismo Animalista y el Método Científico»

Casey Taft 

Diciembre 2014

Como alguien que ha dedicado su carrera a estudiar y practicar el método científico tanto como autor como editor responsable de determinar la aceptación o el rechazo para la publicación, estoy sorprendido por la falta de respeto al método científico en el activismo animalista. Esto sucede en la preparación de estrategias, su evaluación y la interpretación de tales estrategias. Aquí discuto un estudio recientemente publicado [Humane Research Council Study of Current and Former Vegetarians and Vegans"] y la manera en que esa investigación no se ajusta al método científico establecido.

Algunos recientes estudios en esa misma línea han sido difundidos y he observado que hay activistas que han adoptado un cambio de enfoque como resultado. Estoy advirtiendo acerca de confiar seriamente en esos estudios como base para preparar el activismo debido a que a menudo no siguen las pautas del método científico y, por tanto, las conclusiones que podemos deducir de ellos son limitadas.

Antes de analizar el estudio de la HRC [Humane Research Council], expongo algunas bases del método científico que son habitualmente ignoradas en la preparación del activismo animalista:

1. Generar una lista de hipótesis testables que estén basadas en una teoría específica o en un modelo conceptual. Si un estudio no aporta predicciones acerca de lo que el análisis de datos debería mostrarnos, entonces las hipótesis no pueden ser testadas y el estudio debe ser considerado exploratorio.

2. Definir y medir operacionalmente los constructos de interés de una forma clara usando definiciones aceptadas.

3. Establecer conclusiones avaladas por el análisis de los datos y no ir más allá de lo que señala la evidencia.

4. Enviar la investigación a un proceso de revisión por pares en el que otros expertos del mismo campo puedan evaluar y asegurar que la investigación es científicamente correcta y no sesgada.

Para aquellos que no estén familiarizados con el estudio de HRC, se trata de un estudio epidemiológico sobre 11.000 sujetos para comprender los factores que llevan a alguien a adoptar una dieta vegetariana o una vegana a largo plazo. Para propósitos del análisis estadístico, los 'veganos' —queriendo referirse a aquellos que adoptan una dieta exclusivamente vegetal— y los vegetarianos fueron agrupados juntos. El principal hallazgo encontrado fue que había cinco veces más personas que habían abandonado la dieta vegetariana y la vegana que las que seguían con ellas actualmente. Lo cual sugiere que la adhesión a ese tipo de dietas es mínima y problemática.

Basándose en una serie de análisis que comparan a esos dos grupos de personas, los autores extraen una serie de conclusiones entre las que incluyen que debemos hacer un énfasis en la reducción del consumo de animales –en vez del cese completo– y que debemos centrarnos más en el cómo se aplica el vegetarianismo y el veganismo –en vez del porqué del vegetarianismo y el veganismo.

Ahora vamos a repasar las bases del método científico que expuse anteriormente para ver como se aplicarían a ese estudio.

Generar una lista de hipótesis testables que estén basadas en una teoría específica o en un modelo conceptual. Los autores no presentan hipótesis específicas y no muestran sus predicciones antes de realizar el análisis. Por tanto, no sabemos lo que pretenden demostrar al comienzo el estudio y la interpretación de los resultados debe ser tomada con precaución.

Definir y medir operacionalmente los constructos de interés de una forma clara usando definiciones aceptadas. El veganismo en este estudio no fue definido según la definición aceptada por la Vegan Society

«El veganismo es una filosofía de vida que excluye, hasta donde sea posible y práctico, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales ya sea para alimentación, vestimenta o cualquier otra finalidad»

Los autores definen el veganismo como si fuera una dieta pero el veganismo no es una dieta. Más aún, los veganos y vegetarianos fueron agrupados como iguales a pesar de que en realidad se trata de dos grupos muy diferentes respecto de sus motivaciones sobre el rechazo al uso de animales.

Si se hubiera asumido las definiciones correctas de vegano y de vegetariano en el análisis sobre la permanencia de una dieta sin carne, estoy seguro de que los veganos habrían mostrado un índice muchísimo más alto de continuidad que los vegetarianos. La conclusión a partir de este análisis sería que debemos promover directamente el veganismo en lugar de estadios intermedios respecto de ese objetivo.

Establecer conclusiones avaladas por el análisis de los datos y no ir más allá de lo que señala la evidencia. Curiosamente, las conclusiones esgrimidas por los autores acerca de que debemos preferir un enfoque centrado en reducir el consumo de carne –en oposición a abolir su consumo– y en el "cómo" llevar a cabo una transición a una dieta sin carne –en oposición al "por que"– parecen alejarse considerablemente de lo que los resultados muestran en realidad. Las variables más importantes que determinan por qué alguien permanece vegano o vegetariano se referían a razones relacionadas con los derechos animales, el medio ambiente, o la justicia social. Más concretamente, aquellos que indicaron que seguían una dieta vegetariana o una vegana debido a 'proteger a los animales', 'sentimientos de disgustos respecto de la carne y los productos animales', 'preocupación por el medio ambiente', y 'la justicia social y el hambre en el mundo' eran precisamente los que mantenían indefinidamente su dieta sin carne. Un análisis separado mostró que el principal desafío para mantener una dieta sin carne entre los participantes del estudio era que ellos no veían el vegetarianismo o el veganismo como parte de su identidad.

A través de todos los análisis expuestos, las variables que se refieren a la empatía con otros fueron las que mostraron una mayor conexión con la continuidad de una dieta sin carne que aquellas referentes a la salud, el gusto, la influencia social, las creencias religiosas/espirituales, la moda, o los antojos. Cuando lo hacemos por los animales, estamos más lejos de volver a consumir productos animales. En otras palabras, el estudio sugiere que debemos promover el veganismo según su definición establecida de evitar hacer daño a los animales. Y debemos motivar a la gente a que se identifique como vegana y elimine los productos animales de sus vidas. En definitiva, los resultados sugieren que debemos enfocarnos en el porqué del veganismo –terminar con la explotación sobre los animales–, poner un mayor énfasis en animar a otros a que eviten hacer daño a los animales –en lugar de reducir su consumo de carne– y trabajar por incrementar la identificación con el veganismo –en lugar de debilitarlo.

Enviar la investigación a un proceso de revisión por pares en el que otros expertos del mismo campo puedan evaluar y asegurar que la investigación es científicamente correcta y no sesgada. Si el estudio de HRC hubiera sido revisado científicamente, al menos algunos de los puntos que he señalado habrían sido notificados y los autores habrían tenido que responder a cada uno de ellos en un documento corregido –e incluso haberlo rehecho– para que pudiera ser publicado. El proceso de revisión por pares es lo que aporta legitimidad a un estudio y demuestra que supera un cierto umbral de mérito científico, ayuda a eliminar el impacto que la parcialidad del investigador haya podido tener sobre la interpretación de los resultados, y contribuye a mejorar la ciencia en general. Reconozco que hay limitadas opciones de publicación para un estudio de esta naturaleza en revistas científicas, aunque debemos encontrar una forma más científicamente rigurosa de revisar estos trabajos para que puedan ser considerados eficaces.

Está claro que los datos mostrados aquí son potencialmente evaluables y pueden ayudarnos a responder cuestiones importantes. El valor de estos esfuerzos puede ser reforzado si las cuestiones e interpretaciones se sometieran a un escrutinio riguroso y a la respuesta por parte de otros en las comunidad científica y vegana. Es importante para quienes hacemos activismo por los animales que leamos investigaciones comprendiendo que la investigación es un proceso humano y que debemos ser conscientes de sus limitaciones.

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16 de noviembre de 2015

Come Con Conciencia


«Todos opinamos que nos importan los animales y consideramos que tienen algún valor moral. Todos estamos de acuerdo en que está mal infligir sufrimiento y dar muerte innecesaria a los animales, y sin importar cualquier desacuerdo que pudiéramos tener con respecto a cuándo el uso de animales es necesario– todos estamos de acuerdo en que el placer humano, el entretenimiento, o la conveniencia no pueden justificar el sufrimiento y la muerte de animales.» ─ Anna Charlton & Gary Francione


En el libro «Come Con Conciencia» todas las principales cuestiones relacionadas con la aplicación del veganismo en el ámbito de la alimentación son respondidas en pareja por Anna CharltonGary Francione. Es un texto dirigido a un público general, por lo que resulta muy adecuado para recomendar o regalar a las personas de nuestro entorno para que conozcan mejor la postura vegana.

El texto responde de forma ordenada y didáctica a todas las principales cuestiones planteadas acerca de lo que supone rechazar el uso de animales para alimento; abarcando diferentes puntos de vista: ético, nutricional, medioambiental. Es quizás el texto más completo que podamos encontrar sobre este tema específico.

El objetivo del libro es demostrar argumentativamente que el rechazo a la utilización de animales es la única conclusión racional a la que podemos llegar si aceptamos que los demás animales no son cosas y tienen un valor moral, y que además ese rechazo no supone en ningún caso perjudicar nuestra salud y calidad de vida sino que incluso supone mejorarla. Asimismo, dejar de consumir animales no significa dejar de disfrutar del placer de la comida. La cocina vegana es rica y variada en sabores.

Si estamos de acuerdo en que no es correcta hacer daño a los animales innecesariamente entonces, por coherencia, debemos rechazar su utilización para servir de comida si no queremos caer en una flagrante contradicción entre nuestra forma de pensar y nuestra forma de vivir. El mismo razonamiento se podría aplicar el resto de fines [vestimenta, ocio,...] por los que son explotados los animales.

En definitiva, se trata de una herramienta muy útil tanto para quienes se inician en el veganismo, o tienen interés en conocerlo, como para aquellos veganos que desean tener recopiladas en un solo documento todas los principales objeciones que se suelen plantear acerca de este tema.

!Ah! y si después de terminarlo os quedan más ganas de lectura, no deberiáis perderos la estupenda recopilación realizada en el blog Lluvia Con Truenos, de libros relacionados con la filosofía del veganismo y su práctica.

9 de noviembre de 2015

El negocio animalista y su comercio con la desgracia de los animales




La organización "IgualdadAnimal" [IA] vuelve a lanzar por enésima vez su campaña sobre el comercio de perros y gatos en China para servir de comida a los humanos. 

De nuevo, nos encontramos con esta campaña que ningunea a los demás animales que no son perros y gatos. Una campaña que pide específicamente que se acabe con esa explotación sobre perros y gatos; como si no hubiera ahora mismo otros animales sometidos a la misma opresión. Esto es un ejemplo del especismo que existe dentro del ámbito animalista. Esa campaña ignora deliberadamente al resto de animales que son igualmente explotados por el mismo motivo: porque no son humanos.

Imaginemos que existiera una campaña contra la violación de mujeres blancas en China. ¿Acaso apoyaríamos o aceptaríamos semejante campaña? Esa campaña podría justificarse apelando a que al estar dirigida al público occidental, y siendo éste de mayoría blanca, se sentiría más identificados con esas mujeres. Esta iniciativa sería claramente racista; se trata de una campaña que fomenta el racismo y que no sería aceptable independientemente de de las supuestas –e improbables– consecuencias beneficiosas que pudiera tener para las mujeres blancas. No sólo las mujeres blancas son víctimas de violación en China, ni sólo en China hay violación. Esa hipotética campaña sería tan absurda e inmoral como lo es la campaña sobre el consumo de perros –y gatos– en China.

Las supuestas buenas intenciones, o las posibles consecuencias beneficiosas, no justifican moralmente realizar una campaña centrada en una especie; una campaña que discrimina al resto de animales que están sometidos a la misma explotación. Eso implicaría asumir que el fin justifica los medios: que si la consecuencia que buscamos conseguir es supuestamente buena entonces podemos hacer cualquier cosa que nos parezca para conseguirla. Aquí nos situamos precisamente en la misma forma de pensar que sostiene la explotación animal.

La campaña de IA afirma que supuestamente han conseguido "cerrar mataderos" de perros y gatos, pero lo que no te cuentan es que otros han abierto en su lugar. Cerrar un matadero por incumplir una normativa legal no impide que abran otros nuevos en el futuro inmediato, que cumplan esa normativa, para satisfacer la demanda del consumo de animales. La explotación de animales existe porque existe la demanda de productos de origen animal; porque consideramos a los animales como recursos. Mientras haya demanda, seguirán existiendo mataderos. Mientras haya especismo seguirá haciendo explotación animal. Así que esa campaña no ha ayudado a los animales ni ha conseguido nada bueno para los perros y gatos que son explotados para servir de comida a los humanos.

Incluso aunque hipotéticamente consiguieran acabar en el futuro con la explotación de perros y gatos para comida, esto no conllevaría que esos animales dejaran de ser explotados para otros fines: mascotismo, experimentos,.... Ni tampoco significaría que los chinos dejen de comer animales y sustituyan ese consumo por vegetales. Lo que harían en todo caso sería sustituir el consumo de perros por el consumo de vacas, cerdos, pollos, conejos, peces u otros no-humanos.

Una campaña contra el uso de perros para comida está implícitamente diciendo a la gente que no hay un problema ético en comer vacas, cerdos, y otros animales.

La campaña de IA no ha conseguido que nadie se replantee su prejuicio especista. Todo lo contrario. Lo que consigue es que la gente siga creyendo que discriminar moralmente en base a la especie es algo correcto, y que comer animales es algo que está bien siempre que no sean perros y gatos. Esto es especismo en su máxima expresión y es lo que esa campaña está difundiendo.

En un reciente programa de radio en el que se entrevista a Javier Moreno, director de IA, para que explique la campaña; él en ningún momento señala que lo que hacen en China con perros y gatos sea moralmente equivalente a lo que hacemos aquí con los otros animales que comemos. Es una de las locutoras del programa, Daniela Blume, la que por su cuenta establece la conexión con lo que nosotros hacemos a los demás animales. Pero después de eso, Javier Moreno continúa con su discurso sobre los perros en China. Él sigue ignorando deliberadamente a los demás animales y sólo le interesa promover su campaña para recaudar dinero.

Supongamos que alguien supuestamente se interesara por el veganismo a través de una campaña especista. Bien, entonces con más razón podría haber llegado del mismo modo sin necesidad de una campaña especista. Una campaña vegana podría haber concienciado mejor todavía a esa persona. No tenemos necesidad de recurrir a esas campañas injustas que perpetúan el prejuicio del especismo. Si alguien llega a conocer el veganismo no es gracias a esas campañas sino más bien a pesar de ellas.

Si en efecto la misma matanza de animales que sucede en China está ocurriendo a pocos kilómetros de nuestras casas, en las granjas y en los mataderos, entonces carece por completo de sentido que denunciemos las mismas matanzas que ocurren en otros países lejanos, ignorando lo que está sucediendo en nuestro entorno cercano. No se trata sólo de una cuestión de contexto o de cercanía, porque si nosotros consumimos productos de origen animal entonces esas matanzas las estamos sosteniendo directamente nosotros.

¿Por qué se promueven este tipo de campañas? Porque es un negocio para sus autores. No es activismo. Casi todo el mundo occidental está de acuerdo en que no debemos comer perros ni gatos. Por ello las organizaciones corporativas animalistas se centran sólo en esas especies y piden dinero a la gente, proclamando que ellos van a acabar con esa explotación animal en China, aprovechándose de la compasión de la gente. Su intención primaria es conseguir dinero para poder vivir de un negocio basado en explotar la explotación animal.

Los humanos comerciamos con las vidas de otros animales y, dentro de ese comercio esclavista, las organizaciones animalistas corporativas comercian para su lucro personal usando la desgracia que padecen los animales.

Por todo ello, pienso que no deberíamos apoyar esa campaña ni a esas organizaciones. Que cada uno reflexione por sí mismo acerca del asunto y saque su propia conclusión. 



30 de octubre de 2015

Consentimiento


«Es obvio que ningún animal no humano podrá nunca dar su consentimiento voluntario para ser usado en un experimento. Pero si una situación así plantea problemas morales en el caso de los seres humanos, y si intentamos dejar de lado todo prejuicio de especie, ¿no habrá de plantearlos en el caso de los animales?» ~ Jorge Riechmann


Usar a otros animales es sinónimo de explotarlos, porque al utilizarlos lo hacemos sin su consentimiento

Usar no es siempre sinónimo de explotar. Se puede usar a alguien sin explotarlo. La explotación ocurre cuando se usa a alguien exclusivamente como un medio para un fin, como si fuera un mero recurso, y no se le respeta como un fin en sí mismo. Es decir, la explotación es un tipo de uso que considera a otros seres como simple recursos para nuestro propio beneficio.

Por ejemplo, si alguien nos hace una pregunta nos está usando. Nos trata como un medio para un fin: conseguir una respuesta. Pero no nos trata solamente como un medio para un fin, si se supone que al hacerlo respeta nuestra voluntad y nuestra individualidad. Este uso no sería explotación porque no nos trata como si fuéramos un recurso. Pero si nos agrediera o coaccionara de algún modo para conseguir su respuesta entonces el uso se convierte en explotación.

En ocasiones se dice que «alguien nos utiliza» de forma despectiva, queriendo decir en realidad que alguien nos explota, es decir, que nos usa sin nuestro consentimiento. Pero el lenguaje coloquial no destaca precisamente por su rigurosidad. También sucede habitualmente que se dice que «alguien nos explota» queriendo decir que comete algún abuso concreto dentro de un uso consentido. Por ejemplo, cuando nuestro jefe no nos paga un salario justo. Esa expresión es igualmente errónea. Aunque toda explotación es un abuso, no todo abuso es explotación.

En cambio, cuando se trata de usar a otros animales esto siempre implica explotación porque se realiza sin su consentimiento o directamente contra su voluntad. Y a menudo, casi siempre, este uso implica atentar contra sus intereses básicos: su interés en continuar existiendo; su interés en evitar el daño y el sufrimiento.

Los demás animales son seres sintientes: ellos poseen conciencia de sí mismos y de lo que les sucede, tienen voluntad, intenciones, deseos e intereses propios. Ellos son sujetos. Por eso no es correcto tratarlos como si fueran objetos y usarlos como simples medios para conseguir nuestros fines. Exactamente la misma razón que descalifica la explotación de seres humanos. La especie no es moralmente relevante.

Cada animal sintiente es un sujeto de una vida. En tanto sujetos no sólo estamos vivos sino que además experimentamos nuestra vida a través de sensaciones, emociones, deseos. Esta vida es un fin en sí misma —posee un valor inherente— y no es simplemente un medio para los fines de otros individuos —valor instrumental. Por eso es injusto sacrificarla forzadamente a los deseos y las necesidades de otros como si fuera un objeto de carece de valor intrínseco.

Por tanto, aparte del daño y el sufrimiento que implica la explotación animal, el hecho de utilizar a otros animales es inmoral porque ellos no pueden dar su consentimiento. No solemos reparar en este punto porque nuestra cultura especista ha cosificado a los demás animales hasta el punto de que ya ni siquiera pensamos que otros animales tienen su propia voluntad personal y que nosotros debemos respetarlos.


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Si entendemos que es moralmente erróneo utilizar a otros humanos sin su consentimiento entonces no hay razón que justifique una consideración diferente cuando se trata de otros animales. Como acertadamente señalaba el profesor Tom Regan:

«Lo que es cierto de los humanos incapaces —esos seres humanos, repitámoslo, que aunque han conocido lo que prefieren, no pueden dar ni negar su consentimiento— lo es asimismo de los chimpancés y de otros animales como ellos en los aspectos pertinentes, suponiendo, como aquí suponemos que no puedan dar o negar su consentimiento informado.» [Tom Regan, Ganancias mal adquiridas, 1993]

Los demás animales no pueden dar consentimiento a que los usemos. Por tanto, cualquier uso que hagamos de ellos ya es un abuso.

El consentimiento implica:

[1] Igualdad entre las partes: una no puede estar en disposición de aprovecharse de la otra.

[2] Voluntad libre para decidir: no ser coaccionado ni forzado.

[3] Comprensión consciente de lo que implica la situación: poseer un conocimiento pleno de lo que se está haciendo y todo lo que implica.
Ninguno de esos requisitos puede darse entre humanos y no-humanos.

Los animales no humanos no han dado consentimiento para ser utilizados por nosotros. Ellos no lo han decidido por sí mismos. Los humanos decidieron por ellos y luego los no-humanos tuvieron que someterse por la fuerza.

Lo que hacemos los seres humanos es coaccionar a los no-humanos para que estos hagan algo a cambio de darles comida, cobijo o de evitarles un castigo. Los no-humanos ciertamente tienen noción de que están sometidos a la autoridad humana y actúan por miedo o motivados por el dolor que les causamos.

Pero suponer que ellos consienten simplemente porque ceden ante la imposición de los humanos es exactamente lo mismo que decir que los esclavos humanos consienten su esclavitud simplemente porque muchos acceden a trabajar para evitar represalias o porque están coaccionados por sus explotadores y no pueden optar a otra cosa. Ellos no decidieron ni consintieron esa situación. Están forzados a ella para beneficio de otros que los han sometido. 

A través de la explotación, los demás animales están sometidos al estatus de propiedad. Esta injusticia fundamental es a la que se opone el veganismo y el movimiento de liberación animal.

27 de septiembre de 2015

Una reflexión sobre la importancia y lo importante


Considero dudosa la idea de que hay injusticias más importantes que otras. Pero incluso aceptando que algunas injustica fueran más importantes que otras, esto no justificaría que decidamos ignorar o incurrir en algunas de ellas con la excusa de que hay otras más importantes. Si supuestamente la violación fuera un crimen menos importante que la tortura ¿acaso esto justificaría que cometamos violaciones? Me parece evidente que no.

Incluso si uno piensa que las injusticias cometidos sobre seres humanos son más importantes que las cometidas sobre otros animales ¿cómo justificaría esto que cometamos injusticias con otros animales que no son humanos? No lo justifica de ningún modo. Si en efecto es injusto que utilicemos a otros animales como medios para nuestros fines entonces no es relevante el hecho de que consideremos que haya otras injusticias supuestamente peores o más importantes que la explotación animal. 

Si pensamos que el asesinato es una injusticia más importante que escupir a alguien a la cara ¿justificaría esto acaso que escupamos a otra persona a la cara sólo por diversión? El grado de daño que causan ambas acciones no es el mismo. Pero la injusticia de tratar a alguien como si fuera un objeto que es la misma injusticia. Por eso razonamos que está mal actuar así. Es un error considerar a una persona como si fuera una cosa y actuar sobre ella como si careciera de voluntad y de intereses propios. Este error moral es lo que denominamos cosificación.

Cuando señalamos que una injusticia es menos importante que otras, lo que estamos queriendo decir a menudo es que para nosotros es menos importante porque nos afecta menos o porque nos importa subjetivamente menos. Sin embargo, esto no implica que sea menos importante desde un punto de vista imparcial.

A los otros animales que son víctimas de una injusticia les importa tanto proteger su vida y su bienestar como nos importa a nosotros proteger la nuestra. Esta perspectiva igualitaria, más acorde con lo que la ciencia nos muestra acerca de la sintiencia en los animales no humanos, desafía la creencia de que nuestra consideración moral hacia ellos debe ser menos importante que la que tenemos por otros humanos.

Además, la moralidad de una acción se determina racionalmente por criterios objetivos. Si otros animales desean vivir, proteger su vida y estar libres de sometimiento, ¿por qué sus intereses básicos van a ser menos importantes que los nuestros si se trata de los mismos intereses? Si aplicamos el principio ético de igualdad debemos tener en consideración moral la individualidad, el bienestar y la libertad de otros animales al mismo nivel que nuestra individualidad, nuestro bienestar y nuestra libertad.

La doctrina del «mal menor» —que afirma que está bien elegir o aceptar un mal si supuestamente es menor que otro— sirve en realidad para justificar cualquier mal con la excusa de que siempre hay, o podría haber, otro peor. Por tanto, no se trata de hacer una escala de males para usar los más graves como excusa para cometer aquellos aparentemente menos graves. Se trata de evitar todo mal que esté en nuestra mano poder evitar. Uno de esos males que todos podemos evitar es la explotación animal, es decir, considerar y tratar a los otros animales como si fueron recursos para los humanos. Lo opuesto a la explotación animal es a lo que denominamos veganismo.

Asumir el veganismo no significa menospreciar o cometer otras injusticias que afectan a seres humanos; tal y como en ocasiones se suele decir. Los Derechos Animales y los Derechos Humanos son posiciones compatibles y no excluyentes. De la misma manera que respetar y preocuparse por los niños no significa ignorar o menospreciar a los adultos. Incluso aunque alguien creyera de alguna manera que las injusticias cometidas sobre niños son más importantes, o más graves, que las cometidas sobre adultos eso no justifica que discriminemos o explotemos a los adultos.

Independientemente de la lista de prioridades que consideremos que se deberían afrontar, esa posición no nos impide dejar de explotar a los animales. Aunque consideremos que los problemas humanos tienen prioridad, ya fuera el hambre, la guerra, la pobreza, o cualquier otro, podemos afrontarlos sin necesidad de explotar a los animales. Podemos ayudar a otros humanos y al mismo tiempo respetar a los animales en un sentido muy básico, que es el de no participar en su explotación. Uno puede involucrarse en cualquier labor humanitaria a la vez que decide dejar de consumir animales. No son posiciones incompatibles. Uno puede creer que acabar con la pobreza es una prioridad pero eso no es incompatible con respetar a las mujeres, o a los niños, y no participar en su explotación, ¿cierto? No hay razón para no aplicar el mismo criterio a los otros animales.

No necesitamos utilizar a otros animales ni para comer, ni para vestirnos, ni para divertirnos ni para todo lo que implica vivir y tener una buena calidad de vida. Es así de simple. Todo el daño que les causamos por este motivo es innecesario, es evitable y, lo más importante, es injusto.

Si los demás animales importan moralmente, si reconocemos que ellos tienen un valor moral, y no son cosas con un valor utilitario, y si nos importa la ética y la justicia, entonces el veganismo es la única conclusión racional desde aquella premisa.

Yo no concibo que haya nada más importante, desde el punto de vista moral, que comprender y asumir estas nociones básicas que son necesarias para comprender todas las injusticias que se producen cada día.

«Los seres humanos, son sólo una de las especies que habitan este planeta. Como los seres humanos, los animales también tienen intereses que se ven afectados por lo que hacemos. Cuando los matamos o los torturamos son dañados, así como los seres humanos son dañados cuando se les trata en esas formas. [...] Excluir de nuestra consideración moral a otros seres por su especie no está más justificado que excluirlas por su raza, nacionalidad o sexo. La imparcialidad exige la expansión de la comunidad moral no sólo a través del espacio y del tiempo, sino también a través de las fronteras entre las especies.» James Rachels 

6 de septiembre de 2015

Adoctrinar en el especismo (II)


«Hemos sido formados por una historia del pensamiento en la que apenas estamos conscientes de que vemos a los animales como recursos que tenemos derecho a emplear del modo que creamos conveniente para satisfacer nuestras necesidades y deseos.» ~ Gary Steiner

Los seres humanos hemos esclavizado a los demás animales. Los sometemos a nuestra voluntad para utilizarlos de comida, de vestimenta, de transporte, de entretenimiento, de compañía,... y muchos otros fines para nuestro beneficio.

Esta situación de esclavitud no se mantiene en el tiempo de forma espontánea sino que necesita un constructo ideológico que ayude a mantenerla para evitar que se vea cuestionada y asaltada por nuestra empatía y el sentido moral —como ocurre con los niños que todavía no han asimilado los prejuicios especistas— y con ese propósito surge la idea de que los seres humanos somos "seres superiores" que tenemos legitimidad en dominar a los demás animales.

Un ejemplo representativo de este adoctrinamiento lo encontramos de la mano de la Asociación Española de Pediatría, quien aconseja a los padres que no cuenten la verdad a sus hijos sobre la procedencia de los productos de origen animal para que así no los rechacen. Se afirma que con los vegetales "no hay ningún problema" pero que con los animales hay que esperar un tiempo "hasta que el niño comprenda como funciona la naturaleza [sic]". Esto es, hasta que la cultura especista haya anulado su empatía y su sentido moral y asimile como normal la idea de que los demás animales existen para que nosotros los explotemos. No es el funcionamiento de la naturaleza la que nos obliga o condiciona a explotar a los demás animales; es la ideología especista.

Un estudio llevado a cabo por Matti Wilks, Lucius Caviola, Guy Kahane y Paul Bloom, de las universidades de Yale, Oxford y Harvard, revela que la tendencia por priorizar la vida de los humanos frente a la de otros animales es mucho más débil en los niños de entre 5 y 9 años que en los adultos. Los resultados sugieren que las inclinaciones antropocéntricas son de aparición tardía y de naturaleza fundamentalmente social.

Desde la infancia se nos educa y socializa en la noción de que los demás animales son seres inferiores que están en el mundo para ser utilizados por nosotros: los humanos. Pero esta idea es un prejuicio. No es un hecho; no es una verdad. Y además es una idea que contradice los principios elementales de la ética básica. 

TEXTOS ESCOLARES QUE INCULCAN LA IDEA DE QUE EL SER HUMANO ES SUPERIOR A LOS DEMÁS ANIMALES Y TIENE LEGITIMIDAD PARA EXPLOTARLOS.

El antropocentrismo no es algo natural; no es una idea que esté inserta en nuestra mente de forma inherente, sino que es una doctrina ideológica que se difunde en nuestra cultura como paradigma moral y cuyo objetivo es cosificar a los otros animales para facilitar su explotación; de la misma manera que la cultura machista cosifica a las mujeres para que los varones las puedan dominar y someter a su voluntad.

El especismo no es más natural de lo que lo es el machismo. Se trata de un prejuicio construido culturalmente para motivar y perpetuar una determinada estructura de opresión en la que un grupo dominante [los humanos] someten y explotan a los otros individuos que no pertenecen a dicho grupo [los animales no humanos] con el fin de obtener un beneficio.

Puede que exista una tendencia de origen biológico que nos motiva a agruparnos junto a los que son más semejantes a nosotros —lo cual ayudaría a explicar fenómenos como el racismo o el sexismo— pero no es natural toda la ideología que acompaña a la discriminación especista sino que se trata de una construcción cultural que se ha ido forjando para justificar nuestra opresión sobre los demás animales.



Cuando desde niños se nos inculcan una serie de ideas y de hábitos de conducta, luego nos resulta más difícil cuestionarlos y analizarlos con objetividad. De ese modo aceptamos como normal lo que en otras circunstancias juzgaríamos como un error o un crimen, de acuerdo a nuestro sentido moral.

Si no fuera por elb especista que recibimos a partir de la infancia en todos ámbitos [familia, escuela, sociedad] no aceptaríamos la explotación de los animales como algo moralmente aceptable. Lo demuestra el hecho de que tantísima gente rechace de forma espontánea, por sentido moral, algunas prácticas de explotación animal precisamente porque no han sido educados ni acostumbrados a ellas; a pesar de que esas actividades no se diferencian de aquellas otras en las que ellas participan habitualmente.

La filósofa Hanna Arendt y el psicólogo Stanley Migran dedicaron gran parte de su trabajo a estudiar cómo puede suceder que los seres humanos que no tienen una naturaleza cruel o psicópata sean circunstancialmente capaces de apoyar y participar en actividades de violencia extrema cuando se les presiona socialmente para ello. Esto ocurre debido en parte a que todos poseemos una cierta tendencia innata a seguir los dictados del grupo al que pertenecemos, ya sea a normas establecidas en ese grupo o a la voluntad del líder que lo dirige, y esa tendencia nos condiciona incluso hasta el punto de sofocar nuestra empatía natural y nuestro razonamiento moral.

Vivimos en una cultura que nos adoctrina en la creencia de que los demás animales existan para servir a nuestras necesidades y deseos. Interiorizamos totalmente esa creencia en nuestra mentalidad a traves de rituales sociales como, por ejemplo, la práctica de comer animales. Asumimos desde niños el hábito de participar en la explotación de los animales sin apenas darnos cuenta de ello. Es por esto que cuando alguien critica la existencia de la explotación animal lo recibimos a menudo como si estuviera defendiendo que respirar aire está mal.

Algunas personas alegan que no deberíamos "imponer" a los niños el veganismo. Mientras que al mismo tiempo esas personas inculcan sus propias creencias y hábitos a sus hijos. Aparte de esta evidente contradicción; si realmente no se quiere imponer a los niños nada más allá de lo necesario, entonces ¿por que no se les cuenta la verdad sobre lo que les hacemos a los animales que explotamos y que los niños decidan por sí mismos?  A ver qué sucede.




Sin embargo, por mucho que nuestra empatía y nuestra conciencia moral se puedan ver reprimidas y distorsionadas por este adoctrinamiento, podemos conseguir salir de este marco cultural especista precisamente gracias a esas mismas cualidades.

Muchos de nosotros ya hemos cuestionado y desafiado esas creencias que nos dicen que está bien explotar a otros animales, que está bien ignorar que ellos son seres conscientes, que experimentan emociones y sentimientos, y que está bien destruir sus intereses con el objetivo de favorecer los nuestros.

A esa oposición ética a considerar a los animales como si fueran objetos y meros recursos para los humanos es lo que denominamos veganismo.